"Por tanto quiso que los corazones de los Hombres buscaran siempre más allá y no encontraran reposo en el mundo..."
-Del principio de los días. El Silmarillion.
Según los Elfos, a los pueblos de los Hombres que han cruzado las montañas, les sigue una sombra que jamás dejará de perseguirles.
Los Edain bien lo saben, y muchos de los más ancianos del pueblo, prefieren callar cuando son consultados.
Toda esta marcha hacia nuevas tierras la realizaron bajo la esperanza de encontrar la manera de escapar a esto.
Así, cuando lejos en el este se levantó por primera vez el sol, y desafió a la sombra de Morgoth, los Hombres nacieron como los segundos hijos de Ilúvatar. Más tarde, serían conocidos por una infinidad de nombres: los "Atani", los "Nacidos después", o los "Hijos del sol", ya que el enorme astro marcó su historia a lo largo del destino.
Así, cuando lejos en el este se levantó por primera vez el sol, y desafió a la sombra de Morgoth, los Hombres nacieron como los segundos hijos de Ilúvatar. Más tarde, serían conocidos por una infinidad de nombres: los "Atani", los "Nacidos después", o los "Hijos del sol", ya que el enorme astro marcó su historia a lo largo del destino.
Hace mucho tiempo que los Hombres abandonaron su moribunda y oscura tierra natal llamada Hildórien, para llegar a las extensas tierras de Beleriand. En el viaje trajeron consigo muchos conocimientos de oriente, y ya poseían un sistema jerárquico y social basado en la familia y el linaje.
Sin embargo, junto a sus pertenencias traían un don que sorprendió incluso a los Elfos, pero que los volvía unos seres más oscuros y taciturnos.
La muerte es el mayor de los dones del Hombre, y la mayor de las diferencias con los Elfos; incluso en comparación con los Enanos, los Hombres tienen vidas breves y están siempre sujetos tanto a los inclementes elementos del mundo, como la enfermedad, motivo por el que también son conocidos como Engwar, "los enfermizos".
A pesar de esto, son tenaces y valientes y se reproducen con mayor rapidez que el resto de los pueblos libres, y debido a su don es que valoran la vida más que ningún otro pueblo de Arda.
A pesar de esto, son tenaces y valientes y se reproducen con mayor rapidez que el resto de los pueblos libres, y debido a su don es que valoran la vida más que ningún otro pueblo de Arda.
Jamás se igualarán a la fuerza de espíritu de los Elfos, o a la resistencia y férrea voluntad de los Enanos, pero poseen un destino alto, que más tarde que temprano le llevará a ser parte de los grandes hechos por acontecer.
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