De pelo plateado y magno en altura e importancia, el rey de Beleriand observa impávido desde su trono. Junto a él, sabia consejera es Melyanna, la que siempre situada a su derecha ayuda a proteger el reino contra los invasores, mientras su hija, la más hermosa de entre los hijos de Eru, baila radiante e inmaculada, iluminando un reino que se esconde tras la fachada del bosque.
Su cetro domina todo Beleriand, y no hay Elfo u Hombre, o Enano que no reconozca su poder. Todos se arrodillan ante el Rey Mantogrís: aquel que vio la hermosa luz de los Árboles, pero que nunca regresó a ella. Aquel que, por amor, pudo abandonar incluso el más grande de sus deseos.
"En Beleriand, el Rey Thingol en su trono era como los señores de los Maiar, cuyo poder está en reposo, cuya alegría es como un aire que respira cada día, cuyo pensamiento fluye en una onda imperturbada desde las alturas a las profundidades"
-De los Sindar. El Silmarillion.
Elwë abrió sus ojos y pudo observar las estrellas por primera vez a orillas del lago Cuiviénen. Lo que lo convierte en uno de los Eldar de mayor edad en Arda en la actualidad.
Al mismo tiempo que muchos otros eran despertados a su alrededor, Elwë se levantaba entre las sombras como un "estandarte de guerra".
Desde primera instancia, destacó por su altura y apariencia con respecto a la de sus hermanos; si bien, el pueblo de los Nelyar se caracterizaba por ser amantes de la estadía y el confort, desde el principio, Elwë mostró la curiosidad de espíritu. Debido a ello, fue considerado entre los más importantes de su pueblo y vio su reputación elevada ante tamaño halago. Por lo mismo, fue quien dio paso adelante cuando se pidieron embajadores para visitar Valinor; convirtiéndose así en el tercer Eldar en seguir los senderos que Oromë abría para los primogénitos de Eru.
La apariencia de Elwë es muy distinta a la de otros Eldar; su característico pelo grisáceo, le convirtió en alguien poco común y por ende llamativo. Sin embargo, fue su temple, lo más enigmático de entender a lo largo de su historia. Unas veces se le podía apreciar como un rey bondadoso y sabio, mientras que en otras se convertía en un ser colérico y arrogante, a la vez que cruel y manipulador.
Tal vez sea una de las razones de porqué Elwë siempre fue un ser solitario mientras habitaba los alrededores de Cuiviénen: gustaba de pasear entre los bosques siempre atento a los límites que había con la sombra, pero adquiriendo mucho conocimiento de ella a la vez.
Muchas veces tuvo que enfrentarse a los seres oscuros que hostigaban a los recién despertados Elfos. Su gran altura y fuerza, le permitió convertirse en un protector para el tercer clan. Quienes veían en su sagacidad, una oportunidad de salvación. Sin embargo, la mente de Elwë no entendía el motivo de estos ataques, y siempre fue algo que llamó enormemente su atención. Que tenían ellos, que estos seres deseaban (¿?), se preguntaba cada vez que tenía que defenderse.
Todo esto, influyó en la decisión de Elwë, al momento de escoger un nuevo camino para los Nelyar. Y a su regreso de Valinor, no dudó en convencer a la mayor parte de su pueblo, de que el viaje hacia Oeste sería lo más apropiado. La combinación de su presencia, más lo que había realizado hasta la fecha por su pueblo, y todo el conocimiento que adquirió al viajar a Valinor, convirtieron a Elwë en un líder apto para guiar al tercer clan. Por lo que, aunque demoraron en realizar los preparativos, el pueblo Nelyar tomó el camino hacia Valinor, después que lo habían hecho los Minyar y los Tatyar.
Como se dijo anteriormente, los Nelyar fueron el clan de mayor cantidad de miembros. Por lo que, además de haber demorado en partir, también fueron quienes más lento avanzaron. En la vanguardia siempre iban los Minyar, mientras que, en la retaguardia, los Nelyar se retrasaban con cada recodo del camino, o con cada nuevo descubrimiento, o incluso con cada montaña o bosque con el que se topaban.
A esto se le debe añadir, de que, por lógica, no podían avanzar todos juntos. Por lo que Elwë tomó la decisión de dividir la hueste en dos.
Elwë tenía dos hermanos de sangre, a quienes amaba mucho. El primero con poca diferencia era Olwë, a quien se le había encomendado el control y guía de la retaguardia de la hueste; el siguiente era Elmo, el menor de los tres, a quien Elwë amaba con mayor ímpetu en su corazón. Por esta razón, era que Elmo siempre se encontraba cerca de Elwë, y a la vez servía de "siguiente al mando", cuando éste volvía sus pasos hacia la hueste de Ingwë y Finwë, y cruzaba los bosques en solitario para ver a quienes consideraba amigos y hermanos de espíritu.
La hueste de Elwë, avanzaba siempre lento. Todo les maravillaba, y deseaban siempre habitar las tierras y ríos que encontraban, pues el final del viaje les parecía más de temer que ansiado.
Sucedió que, al cabo de viajar muchos años de esta manera, los Nelyar se internaron en un gran bosque, cuya frontera la generaba un ancho río, más ancho que ninguno que recordasen; más allá se percibían enormes montañas de picos afilados, que les parecía que llegaban a rasgar el oscuro cielo. En este lugar Elwë y Olwë dejaron a su destino a quienes quisieron quedarse allí. Ellos, más tarde, serían conocidos como Nandor, y sólo se parecían a sus hermanos en el amor que sentían por el agua, pues de ahí en adelante vivieron siempre junto a cascadas y ríos.
Tiempo más tarde, tras lograr cruzar las escarpadas Montañas Azules, los Nelyar de la primera hueste se establecieron en diversos campamentos en tierras de Beleriand oriental, más allá del río Gelion. En ese momento, los Noldor alcanzaban los bosques de Neldoreth y Region, y Elwë consideró que podría alcanzarles antes que de llegaran a las costas, pues necesitaba el consejo de Finwë, su amigo.
Ocurrió así, que llegó sólo a los lindes del bosque de Nan Elmoth iluminado por las estrellas, y allí escuchó el canto de los ruiseñores, y sus pensamientos se volcaron a ello, sin saber que caía sobre él un encantamiento del que difícilmente podría escapar.
Quedó inmóvil ante la oscuridad del bosque, y ante ese hermoso trinar, pues lo que más maravilló a los oídos de Elwë fue la incomparable voz de un ser que cantaba de fondo, y su corazón se colmó con el deseo de conocerla. Olvidó por completo a su pueblo, incluso a sus propias convicciones, y siguiendo el sonido de las aves, se internó en lo profundo del bosque... y se extravió. Sin embargo, tras alcanzar un enorme claro abierto a la luz de las estrellas, encontró a la hermosa criatura que había visto hasta entonces... Melian; desde lo oscuro del follaje, él la contempló, y vio en su rostro la misma luz que había percibido cuando visitó Valinor por primera vez. Sus ojos soltaron lágrimas de anhelo, pues para su mente, en ese momento él se encontraba en las hermosas tierras de Aman.
Melian sólo le observó, y suavemente Elwë se acercó y le tomó la mano... el tiempo se detuvo para ambos, pues el amor les cubrió con una hermosa capa de tela plateada, y frente a frente sin mediar palabra alguna, pasaron largos años entre la floresta.
Pasó el tiempo... Elmo su hermano menor, lo buscó sin cesar; Olwë, por su parte, se convirtió en Rey de los Nelyar, y dándolo por perdido, navegó hasta Valinor. Sin embargo, Elwë no volvió jamás a través del mar, ni Melian regresó a sus tierras, pues ambos se juraron amor eterno y fundaron el vasto reino de Doriath en el bosque de Neldoreth.
En años más tarde, Elwë fue renombrado Rey de los Eldar en Beleriand, y su pueblo fue conocido como los Sindar, los Elfos Grises o los Elfos del Crepúsculo... y él era Thingol Mantogrís. Elú Thingol en la lengua Doriathrin y Melian se convirtió en su reina.
Melian le otorgó gran poder a Thingol, quien fue aún más grande entre los de su pueblo; porque sólo él entre los Sindar pudo contemplar la luz de los Árboles, y aunque siempre gobernó sobre los Umanyar, jamás se le consideró un Elfo Oscuro, sino que siempre fue tenido como Calaquendi. Por esto, todos los Elfos de Beleriand, desde los marineros de Círdan, hasta los cazadores errantes de las Montañas Azules, le reconocían como su señor.
Años más tarde, Melian le dio por hija a Lúthien, a quien llamaban Tinúviel, y fue considerada la más hermosa de las criaturas de Arda.
Tras años de tranquilidad y prosperidad, Thingol logró unificar bajo su égida a diferentes pueblos; entre ellos, los Enanos de las Montañas fueron grandes aliados comerciales. Thingol aprendió su lengua, mientras que les permitía el libre comercio entre las ciudadelas. Fueron tiempos de cuidada tranquilidad, los Enanos le prestaron gran conocimiento a la hora de establecer los cimientos de Menegroth, su palacio, y los Sindar les otorgaban provisiones y gemas que los Enanos ansiaban. Siempre hubo recelo entre un pueblo u otro, pero prevaleció el interés por sobre todas las cosas.
Poco a poco la sombra y la desesperación comenzó nuevamente a invadir las tierras de Beleriand. Noticias de criaturas extrañas llegaban desde las montañosas fronteras del norte, y cada vez era más frecuente encontrar orcos merodeando por la región. Se sentía en el aire como la toxicidad bajaba de las tierras altas.
Melian fue la primera en prever esto, y rogó a Thingol que mejoraran los cimientos de su fortaleza.
Por esto fue que Thingol buscó el consejo de los Enanos de Efeng, y juntos comenzaron la fortificación de Menegroth, la cual transformaron en una gran red de cavernas, y los Sindar desde ahora comenzaron a vivir al modo de los Enanos.
Tan fuerte fue la habilidad que utilizaron en levantarla, que en toda Beleriand fue considerada la fortaleza más inexpugnable del continente. Por dentro, los Elfos la convirtieron en un centro de maravillas... decorada con perlas traídas del mar por los Falathrim, y con diseños arbóreos por los mismos Sindar, Menegroth no era una simple caverna.
Además de esto, las forjas de Menegroth rebosaba de artífices Elfos, y herreros Enanos... entre ellos gran maese era Telchar de Nogrod, a quien Thingol encargó la creación de muchas armas. Thingol ya había asumido a esa altura, que debía defenderse.
En los años venideros, Thingol se mostró orgulloso y colérico como general de guerra. Mucho vivió cuando la sombra regresó al norte, y jamás bajó la guardia, ni mucho menos descansó sin estar tranquilo. Su bastión se mantuvo firme ante la embestida del enemigo, y muchos de sus aliados dependieron de su reino para sobrevivir. En el centro mismo de Beleriand, Doriath jamás cayó. No hubo ejército que lograra cruzar su inexpugnable puente, ni mucho menos penetrar sus gruesas puertas. Pues Thingol había previsto todo, y Melian había ayudado en ello.
Sin embargo, no todo es para siempre, aún para los Eldar... y existen muchas historias que Thingol debe escuchar... muchos hechos que Thingol debe presenciar, y aunque su sabiduría se iguale a la de los Maiar, aún le quedan puntos débiles, donde el destino puede penetrar.
- Raza: Eldar
- Pueblo: Elfo del bosque de Doriath
- Linaje: Nelyar
- Títulos: Rey de los Sindar; Rey de Beleriand; Conductor de los Nelyar
- Nacimiento y orígen: Cuiviénen; año 1050 de la Edad de los Árboles
- Padres: Primer nacido (Despertado)
- Hijos: Lúthien
- Residencias: Cuiviénen; Menegroth en el bosque de Doriath
- Objetos: Corona de Beleriand; Espada Aranrúth
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