Personaje del mes

El joven Bereg siempre fue un muchacho triste y retraído. Una persona que habitaba entre la frontera de la melancolía y el miedo de la soledad. Sin embargo, no guardaba silencio cuando de hablar de los propósitos de los Hombres se trataba.
Rebelde de espíritu, llevó sus ideales hasta límites que muy pocos se atrevieron.

“Los que encabezaban el descontento eran Bereg de la Casa de Bëor, y Amlach, nieto de Marach…”
-De la llegada de los Hombres al occidente. El Silmarillion.

Corría el año 340 de la Primera edad. Era un período de relativa tranquilidad, pero de duro clima. Se cuenta entre los viejos que mientras duró el Asedio, la mayoría de los pueblos libres que habitaban la zona central de Beleriand vivieron en dicha debido a la bendición que la Cintura de Melian otorgó a estas tierras. Pueblos como Estolad, el mismo Menegroth o el Bosque de Nan Elmoth, disfutaban directamente de esto… al menos en estos tiempos.

Se vieron inmersos en una relativa tranquilidad, donde su preocupación se enfocó a desarrollar las virtudes de la vida en sociedad.

Sin embargo, su gran enemigo fue el clima, los años que rodearon a este, se llenaron de un ambiente crudo e invernal, cuyos vientos venidos del norte, bajaban de las montañas con crujiente maldad, obligando a los pueblos a refugiarse bajo los aleros de sus hogares y a la orilla de un campamento o fogata. Muchos animales murieron en ese período, lo que significó una cierta escasez de alimentos, por lo que varios se volcaron nuevamente a la cacería, sus antiguas tradiciones cuando vivían lejos allá en el este.

En medio de esta lucha contra la naturaleza, nació Bereg, un pequeño y solitario muchacho que gustaba de pescar a orillas de un río, o de caminar en las llanuras arreando el rebaño que compartía junto a su único familiar cercano, su padre Baranor, segundo hijo de Bëor.

El hecho de no estar en línea de sucesión significaba que las ideas que tenía del presente de la Casa, jamás se llevarían a cabo, y esto simplemente porque la sucesión era a través del primogénito. Sus intenciones jamás serían escuchadas. Aun así, se crio alejado del Señorío en pos de alimentar su forma de vida personal e ideales.

Sin embargo, esas ideas fueron creciendo gracias a ese espíritu solitario y la falta de su madre, quien murió cuando él aún era un niño.

Este último hecho fue uno de los principales que hicieron que Bereg pensara de tal manera, ya que sentía que la pérdida de su madre se debía a que ellos estaban en medio de una guerra, y aunque todos le decían que el Asedio era efectivo porque otorgaba paz, él entre sus pensamientos creía que esa paz era falsa, y aún había gente que perdía la vida debido a ello… como su madre.

A todo esto, se sumaban las grandes migraciones de los miembros de su pueblo que marchaban hasta el crudo norte debido a la invitación de los Noldor a vivir en sus tierras. La mayoría de ellos prefería tomar largos caminos hasta Dorthonion, en donde se decía que la Casa de Beör se estaba enalteciendo. Incluso algunos llegaban más allá en Hithlum o más al oeste, buscando la manera de encontrar la luz y esas tierras de paz de las que hablaban los más ancianos.

Cuando escuchaba hablar a estos ancianos, ellos decían que sus días de errantes habían pasado, pero Bereg era distinto, el consideraba seguir su propio camino, le temía a los Eldar y a la luz de sus ojos. Poco a poco, murmullo a murmullo se empezó a dar cuenta que no era el único. Entre las sombras y el silencio, había muchos disidentes que pensaban de una u otra manera, pero que todos ellos consideraban que estar en el norte no era buena idea.

Su padre, debido a que se encontraban en una buena posición, aún consideraba que Estolad era el mejor lugar para habitar, y Bereg estaba siempre de acuerdo con ello. Ya no querían viajar al oeste, ni mucho menos al norte.

Los más sabios se defendían diciendo que estas maneras de pensar eran obra de la maldad del norte, ya que él siempre supo de la venida de los Hombres a occidente y de su creciente amistad con los Elfos, por lo que esa disidencia y esas dudas, las había sembrado el Señor de las mentiras.

Aun así, día a día Bereg se recriminó el hecho de habitar estas tierras, y cuando ya pudo tener la mayoría de edad, todos estos pensamientos tuvieron la oportunidad de mostrarse definitivamente a la luz.

Bereg llega a las tierras del sur

Estas acciones le ganaron diversos títulos, y en el pueblo ya muchos conocían lo que creía. Así fue como conoció a Amlach, nieto de Marach de la Tercera Casa, quien pensaba de manera muy semejante.

"Tomamos caminos largos, deseando escapar de los peligros de la Tierra Media y las cosas oscuras que habitan allí; porque escuchamos que había luz en Occidente. Pero ahora aprendemos que la luz está más allá del mar. Ahí no podemos ir. No podemos ir donde los dioses habitan en dicha. Salvo uno. Porque el Señor de la oscuridad está aquí ante nosotros, y los Eldar, sabios pero caídos en desgracia, le hacen una guerra interminable. En el norte el habita, dicen; pero también está el dolor y la muerte de la cual huimos. No iremos por ese camino”.

De tal manera eran las palabras agudas que lanzaba Bereg cada vez que se enfrentaba en diálogo con alguien que pensaba que viajando al norte estarían más seguros.

Debido a toda esta diferencia de pensar, los Hombres, por primera vez se unieron en concilio convocado por grandes Señores de las diferentes Casas. Y se reunieron en grandes cantidades.

Las mismas palabras que Bereg pensaba a orillas del fuego, fueron las que más atención llamaron en este consejo. Sin embargo, otros respondieron:

-Verdaderamente del Rey Oscuro vienen todos los males de los que huimos; pero el busca el dominio sobre todo reino y tierra, por tanto, hacia donde volvamos, él nos perseguirá.

A menos que sea vencido aquí, o al menos retenido. Sólo por el valor de los Eldar se ha contenido, y tal vez fue para ese propósito, para ayudarlos en necesidad, que fuimos traídos a estas tierras.

A todo esto, Bereg respondió: ¡Dejemos ese cuidado a los Eldar! Nuestras vidas son lo suficientemente cortas.

Entonces fue cuando Bereg observó que al otro lado del salón se alzó Amlach majestuoso y colérico entre todos los Señores presentes y dijo:

-Todo esto son sólo historias de los Elfos, cuentos para seducir a quienes llegan aquí desprevenidos. El mar no tiene costa alguna. No hay luz en el Occidente. ¡Habéis seguido el fuego engañoso de los Elfos hasta el fin del mundo! ¿Quién de entre vosotros ha visto al menor de los dioses? ¿Quién ha contemplado al Rey Oscuro del norte? Los que intentan dominar la Tierra Media son los Eldar. Codiciosos de riqueza han cavado la tierra en busca de secretos y han despertado la cólera de las criaturas que viven debajo, como siempre lo han hecho y siempre lo harán. Que los orcos dispongan del reino que les pertenece y nosotros tendremos el nuestro. ¡Hay sitio en el mundo si los Eldar nos dejan en paz!

Bereg quedó sorprendido de tan fuertes palabras y no fue el único. Muchos quedaron inmóviles y desconcertados. A algunas se volvieron dudosos de sus ideas, y la sombra se situó en sus corazones, por lo que decidieron alejarse de las tierras de los Eldar.

Amlach se había retirado del salón, y muchos se acercaban a las fogatas para deliberar y descansar de tamaño concilio. Este era el momento más importante de las Casas de los Edain, un momento que determinaría su destino. Para algunos, un momento que les llevaría de vuelta a lo salvaje y oscuro, para otros un momento de liberación.

Amlach regresó de sus quehaceres, y muchos se le acercaron con sus opiniones, pero Amlach negó haber estado presente en el salón, ni mucho menos haber dicho lo que le atribuían. Entonces muchos que querían marchar al norte dijeron:

-Esto creerán cuando menos: hay por cierto un Señor oscuro, y sus espías y emisarios están entre nosotros; porque nos teme, teme la fuerza con que podamos apoyar a sus enemigos.

Pero otros dijeron:

-En verdad nos odia, y nos odiará más si nos demoramos aquí mezclándonos en sus querellas con los Reyes de los Eldars, sin beneficio alguno para nosotros.

Fue entonces cuando Bereg decidió marchar, el que quería lo podía seguir, no se iba a negar. Pero de todas formas se marcharía.

Muchos lo siguieron, y entre los más importantes estaba su padre, leal ante todo y fiel a la causa.

En menos de una semana, el grupo estuvo preparado para marchar. ¿A dónde irían? No lo tenían claro, sólo que volverían a cruzar las montañas y verían nuevamente las tierras que dejaron atrás.

¿Dónde fueron? Tampoco nadie lo sabe, porque ninguno volvió.

  • Raza: Edain
  • Pueblo: Hombres de Bëor
  • Linaje: Casa de Bëor
  • Títulos: El disidente
  • Nacimiento y orígen: 340 de la Primera edad, en Estolad.
  • Padres: Baranor; madre desconocida
  • Esposa: Desconocida
  • Hijos: Desconocidos
  • Residencia: Estolad, luego se desconoce
  • Objetos: Desconocidos

"

Valariandë

-¿Satisfechos? - dijo Andreth. -Ningún corazón de Hombre está satisfecho. El tránsito y la muerte le es siempre penoso; pero un declive más lento proporciona cierto consuelo, y retira ligeramente la sombra.

-Andreth -De la muerte y los hijos de Erü

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