Personaje del mes

Volviendo a retomar la ambientación de este proyecto personal les traigo una historia concisa pero no por ello menos interesante. Un personaje más bien poco conocido pero que ha logrado mucho tanto para su pueblo como para quienes son sus más cercanos aliados.
Un hombre de talla menor, del que muchos no reconocerían el cargo que cumple en su clan, pero que, con sabiduría, y más que nada paciencia, ha llegado a establecer algo que pocos logran.

Con ustedes:

"Haleth siguió conduciéndolo hasta el fin de sus días, pero no se casó, y el mando pasó luego a Haldan, hijo de Haldar, su hermano".
-De la llegada de los Hombres al occidente. El Silmarillion.

Nacido allá por el año 366 de la Primera Edad, fue el primer y único hijo de Haldar. Por lo que, como sobrino de la Señora Haleth, y nieto del primer líder de la Segunda Casa, siempre ha estado considerado como posible Señor de la Casa.

Nació en Thargelion, en un pequeño poblado a orillas del río Ascar, un poco más al este de su confluencia con el río Gelion, un lugar que quedaría en la memoria de Haldan a través del tiempo, y del que sacaría grandes enseñanzas a la hora de establecer sus aldeas.

Fue un joven alegre y lleno de energías; muy querido por sus padres, quienes se centraron en su enseñanza y gustos personales, los que se enfocaban principalmente en la agricultura y la herboristería. Amaba sentarse a orillas del río oliendo la menta y la manzanilla, mientras oía las enseñanzas de su madre, la que le inculcó el respeto por la tierra, el tiempo y los Señores del Oeste que otorgaban estos dones.
También gustaba de tomar infusiones de hierbas por la mañana, hecho muy poco común en los niños de su edad y que llevó a la perfección por el resto de su vida.

Lamentablemente, esta alegría inmensa que llevaba en su interior, se apagó de golpe cuando por la mañana de un día de primavera, vio a lo lejos en las faldas de las montañas como una oscuridad avanzaba hacia su pueblo acarreando odio y sangre.
Se trataba de una legión de Orcos, que de sorpresa cayó sobre el pueblo de los Haladin y masacró sin piedad a la mayoría del enorme clan.
Ante los ojos de Haldan caían familiares y amigos, tíos y maestros que eran muy queridos para él, y el dolor se fue acrecentando con cada muerte. Ya no sentía el olor de la salvia fresca, en su lugar el metálico olor de la sangre, el humo de los hogares incendiándose y el frío abrazo de la muerte era lo que lo rodeaba.

A su corta edad no pudo hacer más que observar como su pueblo era carcomido por la rabia de esas criaturas que ni siquiera en sus peores pesadillas se las hubiese imaginado.

Entre gritos de dolor y desesperación vio con ojos de esperanza como su abuelo y su padre comenzaban a dirigir una respuesta ante tamaño ataque, a la vez que su tía Haleth se esforzaba por proteger a las mujeres y niños. En ese instante se dio cuenta que tenía una familia muy valiente y que en honor a ellos debía superar cualquier adversidad.
Así siguió las ordenes de su tía y marcharon hacia la orilla oriental del río Gelion, mientras su padre protegía la retaguardia. Sin embargo, nunca más pudo sentir el cálido abrazo de quien sería su mayor amigo, Haldar su padre, y de quien hasta hoy lamenta el no haber podido despedir su cuerpo como las tradiciones lo ordenaban. Desde ahí en adelante, se dedicó a aprender el arte de la guerra y su brazo fue letal entre los Haladin, tanto que por el resto de su vida nunca tuvo un rival que le hiciese frente.
Huérfano de padre y madre, su tutora de ahora en adelante fue Haleth, la nueva Señora de la Segunda Casa.

Fue así como Haldan le siguió férreamente a donde ella quería ir. Primero Estolad en donde aprendió las artes de la diplomacia, sin dejar de lado sus habilidades para la herboristería, la que enfocó principalmente en la sanación. Se volvió un sabio en estos aspectos, y no eran pocos los que acudían a él en busca de consejo y ayuda.
Ahora las conversaciones junto a las infusiones y el fuego de la hoguera eran junto a su tía, quien lo guio y silenciosamente forjó el temple del joven Haldan.

Allá por el año 389 de la Primera edad, y con tan sólo 23 años. Haldan desposó a la que sería su compañera de por vida. Enamorado rotundamente de ella, juró sobre las colinas de la llanura de Estolad amor y respeto eterno por ella.
Un año más tarde se convertiría en padre del que sería su único hijo. Lo bautizó como Halmir y lo consagró a la tierra para que esta cuidara de él y le protegiera su destino.

En este tiempo, Haldan quedó encargado oficialmente de la Casa por primera vez en su vida. Esto debido a que la Señora Haleth venía arrastrando una idea desde hace mucho, y este era el deseo de marchar por sobre las montañas para llevar noticias y traer a otros de su pueblo que según su padre y abuelo habían quedado atrás por uno u otro motivo.

Así Haldan pasó de ser el protegido, a Señor de la Casa de Haleth, sin saber que el destino poco a poco le mostraba su camino.

Montaraces de Brethil

Tras volver de este viaje, y retomar el cargo, Haleth ordenó marchar al oeste. Ahora siendo mayor los miembros de su clan debía de buscar un lugar más amplio y acorde a sus ideales de vida. Estolad era un lugar cómodo y amplio, pero la afluencia y la diversidad de gentes que se observaba, no otorgaba la calma de la que este grupo de Hombres gustaba… ellos eran gente de bosque, de espesuras, de yermos, no de hogares más grandes que un árbol o de calles empedradas.

Así fue como con voluntad de acero, Haleth y Haldan guiaron a los Haladin a través de las terribles tierras negras de Nan Dungortheb, de donde pocos lograron salir; y llegando más allá de las fronteras de Doriath, cruzaron los ríos Mindeb y Britiach y encontraron una tierra noble y pacífica de la que se enamoraron a primera vista.
Se trataba de los Bosques de Brethil, en donde lentamente fueron colonizando hasta establecerse en todo su territorio.

No fueron pocas las veces que Haldan tuvo que volver sobre sus pasos para traer consigo a aquellas familias que quedaron atrás. Incluso llegando hasta Thargelion para relatar a los pocos que quedaron allí acerca del descubrimiento de su tía.
Tampoco fueron pocas las veces que tuvo que acompañar e incluso dirigir las conversaciones con el Rey Elfo Thingol de Doriath, quien era técnicamente el dueño de Brethil, y que en un principio fue reacio a que este pueblo habitara sus bosques.

A diferencia de Haleth, Thingol sí mantuvo buenas relaciones con Haldan, al que tuvo en alta estima tanto por sus gustos como por sus conocimientos e ideales.

Muchos años pasaron en estos tiempos de colonización. Muchas fueron las aldeas que por brazo e inteligencia de Haldan se levantaron hasta en los rincones más recónditos de Brethil.
Vio crecer pacíficamente a su hijo, al que le enseñó el arte de las plantas como si fuese una tradición dada por su madre y tuvo nietos con los que pudo seguir enseñando y aprendiendo cada vez.

Hasta que llegó el día.
Un día que no quería que llegara porque simplemente no quería mayores responsabilidades que las que tenía. Pero que en lo profundo de su alma sabía que tenía que llegar.
Debido a que Haleth no tuvo descendencia, el Señorío de la Casa pasó bajo su nombre, y de ahora en adelante sería conocido como Haldan, Señor de la Casa de Haleth. Junto a los suyos cavaron el túmulo Túr Haretha en honor a quien sería su segunda madre, y desde ahí en adelante lo visitó cada vez que pudo.

Dos años más tarde, Haldan lograba finalizar el sueño de su tía, a través de un pacto de alianza con el Rey Thingol. Haldan se coronaba así, como el colonizador de todo Brethil junto a su tía Haleth. Al fin, la Segunda Casa tenía un hogar y Haldan un camino aún muy largo por forjar.

  • Raza: Edain
  • Pueblo: Hombres del Bosque de Brethil
  • Linaje: Casa de Haleth
  • Títulos: Señor de la Casa de Haleth; Señor de Brethil; El colonizador
  • Nacimiento y orígen: Año 366 de la Primera edad en Thargelion
  • Padres: Haldar; madre desconocida
  • Esposa: Desconocida
  • Hijos: Halmir
  • Residencia: Thargelion, Estolad y Bosque de Brethil.
  • Objetos: Desconocidos
"

Valariandë

-¿Satisfechos? - dijo Andreth. -Ningún corazón de Hombre está satisfecho. El tránsito y la muerte le es siempre penoso; pero un declive más lento proporciona cierto consuelo, y retira ligeramente la sombra.

-Andreth -De la muerte y los hijos de Erü

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