Personaje del mes

En el momento en que se pidió que algunos viajaran más allá de las montañas, y pudieran volver con relatos de tierras bendecidas y prósperas, tres Eldar dieron paso al frente para tamaña marcha.

Uno de ellos, de temple valiente y mirada inquisitiva se alzó sin titubear, y mientras Ingwë se ofrecía por los Minyar, los Tatyar dieron su bendición a Finwë, el de cabellos oscuros.

"Porque, -dijo Finwë- en tanto dure el destierro impuesto a mi hijo, y no pueda presentarse en Tirion, me privo a mi mismo de la corona y no he de reunirme con mi pueblo."
-Del oscurecimiento de Valinor. El Silmarillion.

Cuando los ojos de Finwë se abrieron por primera vez, lo que vio fue el hermoso rocío plateado que golpeaba como un martillo sobre la materia de Arda. Este hecho marcó el carácter de nuestro querido Finwë desde ese momento en adelante, quien apasionado por las artes de la creación, buscó a sobremanera el igualar lo apreciado.

Como ya se ha contado en otra parte, tres fueron los Eldar escogidos para realizar esta gran marcha. La que se completó gracias a la protección del Vala Oromë, señor de los bosques y criaturas que habitan en él. Este hecho se dio a causa de lo reticente que se encontraba la comunidad elfica para con el Vala, y también debido a los constantes ataques de criaturas que se refugiaban en la oscuridad.
De muy mala gana recibieron al jinete de Nahar, quien, a pesar de mostrar toda su bondad y buenas intenciones, fue mal visto en comparación con el jinete oscuro que les acechaba cada noche.

Estos tres Eldar fueron: Ingwë, Finwë y Elwë, representantes de los Minyar, los Tatyar y los Nelyar respectivamente. Los tres viajarían a las Tierras Imperecederas y volverían con los suyos para dar fe de lo que allá vieran, todo con la esperanza de convencerlos a marchar y diezmar el miedo de sus corazones.

Gran amistad existía entre los tres embajadores, pero en mayor medida Finwë amaba a Elwë y esta amistad era mutuamente correspondida.

Amparados en esta gran amistad fue que pusieron pie en las tierras benditas de Valinor y Finwë fue quien quedó aún más maravillado con lo que veía.
Majestuosas montañas de insondables alturas, profundas cavernas repletas de gemas preciosas, planicies sin horizonte cubiertas de frondosos pastizales donde pastaban pacientemente los ganados de Oromë, playas y ríos cargados de dones y bosques interminables cuya paz se percibía a lo lejos, entre muchos otros... pero, por sobretodo su memoria y sentimiento se inflaban de esperanza cuando la luz de ambos Árboles se entremezclaban y generaban un atardecer tan hermoso como el más hermoso de los hijos de Erú.

El ofrecimiento de grandes dones y una paz y seguridad que no encontrarían en ninguna parte de Arda, fueron los argumentos que terminaron convenciendo a los Eldar de Cuiviénen y por sugerencia de los tres embajadores realizaron la gran marcha.

Finwë marchó siempre segundo junto a los Tatyar, los que se retrasaban tan sólo para admirar la belleza de la piedra, o la dureza de las gemas o porque de una u otra manera habían encontrado la inspiración para lo que ellos creían que era su don principal: la creación de objetos. Así mismos, y poco a poco fueron haciéndose llamar los Noldor, los "Elfos profundos", quienes más tarde se convertirían en los primeros alumnos del Vala Aulë, el herrero.
Desde esta marcha en adelante se le consideró el primer Rey y supremo de todos los Noldor, y fue honrado y querido por su pueblo, quienes veían en su figura a un padre protector, cuyas decisiones siempre les guiaron por buenos senderos.

Fue así que, tras cruzar el gran mar en la isla tirada por las fuerzas de Ulmo, Finwë volvió a sentir la dicha al ver la pálida luz plateada de Telperion que caía sobre la hermosa colina de Túna, tal como aquella vez que abrió los ojos y vio el brillo de las estrellas. Por tanto su espíritu se colmó de alegría y comenzó un reinado provechoso y lleno de creaciones y descubrimientos. La única pena que le ahogaba era la pérdida de su gran amigo Elwë, cuya desaparición le hacía pensar que tan sólo se volverían a ver en los Salones de Mandos.

Gran lazo trabó Finwë con el Vala Aulë, y no tan sólo él sino muchos de los Noldor, quienes llevaban en la sangre la habilidad de la creación. Y con cada obra o joya preciosa forjada, era un poco de pena que Finwë perdía en aquellas tierras.
Fue gracias a los albañiles de la Casa de Finwë, que las gemas preciosas se comenzaron a trabajar y utilizarse en muchos aspectos, y fue por Finwë que las mismas nunca se atesoraron, sino que siempre fueron otorgadas como regalos a diferentes señores, volviendo a Valinor en una ciudad hermosa rodeada de ágates, rubíes y diamantes.

La hermosa colina de Túna que había visto por primera vez cuando llegó desde Tierra Media, se convirtió en el hogar permanente de Finwë, quien junto a su pueblo habitaron la magnánima ciudad de Tirion. Sin embargo, no estaba nunca quieto, y gustaba de cabalgar desde la colina hasta los puertos de Alqualondë, hogar de los Teleri, y donde podía pararse a observar el lejano este en eterna espera de su adorado Elwë.

Tras el paso del tiempo Finwë contrajo matrimonio según las leyes de Valinor con Míriel, una hermosa muchacha Noldorin cuyas habilidades en el bordado eran insuperables. 
El amor que se profesaban siempre estuvo bendito por comenzar en tierras benditas, y se creía que realmente no habría nada que les separase.
Sin embargo, tiempo después del matrimonio, ambos se convirtieron en padres, y tras el alumbramiento, las fuerzas del cuerpo y espíritu de Míriel se fueron consumiendo rápidamente, y entonces el deseo de librarse de los cuidados de la vida comenzaron a calar en su mente.

Grande fue la pena que inundó el corazón de Finwë, porque aún se sentía jóven, y deseaba traer muchos hijos a la hermosura de Aman. Por tanto buscó el consejo de Manwë, y Manwë cedió el cuidado de Míriel a Irmo en Lórien.
Cuando se despidió de ella, estaba muy triste, y lo que más le dolía era el hecho de que una madre tuviera que partir, y que no pudiese acompañar a su hijo en sus primeros años.

Allí en los jardines de Lórien, descansó el cuerpo de Míriel, y Finwë volvió a consumirse en la pena y la tristeza. Atormentado por ello, viajaba constantemente hasta allá, y se sentaba a sus pies mientras le conversaba y rogaba para que volviera. En todo Valinor, sólo Finwë no tenía alegría alguna, y lentamente su corazón se endureció.
Al cabo de un tiempo, jamás volvió a Lórien, y sólo dedicó su tiempo al cuidado y enseñanza de su hijo siendo padre y madre a la vez; y sus lazos de unión fueron fuertes hasta el final de los tiempos.

Finwë visita el cuerpo de Míriel

Entre los cientos de viajes que realizaba a lo largo y ancho de Valinor, llegó un momento en el que acudió a los Valar. Su intención era lograr el permiso para volver a casarse. Y si bien, la ley de Valinor obligaba a los Eldar a casarse sólo una vez, los Valar decretaron que el luto de Finwë era totalmente injusto, pues Míriel al negarse a regresar, había perdido sus derechos en la decisión. Por tanto dijeron que si Finwë tomaba una segunda esposa, entonces Míriel debía permanecer en Mandos hasta el fin del mundo y nunca podría volver a tomar forma física, ya que ningún Elfo debía tener dos esposas vivas. Míriel aceptó, diciendo que no tenía ganas de volver al mundo. Así Finwë y Míriel, dejaron de ser esposos, y su matrimonio se disolvió ante los ojos de todos.

Indis, llamada la bella, fue la segunda esposa de Finwë. Aquella era de descendencia Vanyarin, y pariente cercana del rey Ingwë, por lo que pertenecía a la casa real. Su música y su alegría fueron las que llamaron la atención de Finwë, quien tras conocerla comenzó a salir de la pena que lo agobiaba. Amaba a Finwë desde el despertar, a quien observaba a lo lejos cuando todos los pueblos eran uno sólo.

Ingwë invitaba constantemente a Finwë para ayudarle a soportar el dolor, pero Finwë nunca aceptaba. Sin embargo, cuando supo que Míriel no tenía intenciones de regresar, comenzó a rehacer su vida y visitó a Ingwë, en donde su mirada se cruzó en un fuerte lazo con la de Indis. Y entonces el corazón de Finwë comenzó a volverse hacia ella.

Finwë nuevamente volvía a ser feliz, pero en el fondo de su corazón siempre existiría la pena. Así se casó con Indis, y esta le dio cinco hijos: Findis, Fingolfin, Faniel, Finarfin e Írimë. Sin embargo, para Finwë, Fëanor siempre fue el más amado, pues tanto en su rostro como en su mirada, podía observar la belleza y alegría de Míriel.

Entre estos hechos y otros que sucedieron, el cautiverio de Melkor llegó a su fin y fue liberado. Entonces lleno de ideas rencorosas comenzó a influenciar en los corazones de los Noldor y enseñándoles conocimientos ocultos logró imbuir de palabras insanas en la mente de muchos, pero no de Fëanor, quien lo odiaba más que nada en aquellas tierras. Aún así, las malas palabras llegaron a corromper los pensamientos de Fëanor, y éste llegó a desconfiar de todos, incluso de los Valar, y por medio de rumores, creía que sus medio hermanos preparaban un plan para usurpar la corona. Por lo que no se necesitó mucho tiempo antes de que empezaran las amenazas y rivalidades.

Finwë no supo como manejar la situación y a pesar de ser padre de ambos, se le vio débil de criterio y falto de autoridad, pues dejó que Fëanor amenazara de muerte a Fingolfin, y alzara la primera espada contra él en Tierras Imperecederas.
Por este hecho, Mandos habló en representación de los Valar, y éstos enviaron a Fëanor a doce años de exilio.
Fëanor obedeció, y fue seguido por sus siete hijos y por Finwë, quien con éste acto probó, ante todos, que su primogénito era el preferido. Hecho que le mostró como un egoísta ante su pueblo.

Ni Indis, ni nigún otro de sus hijos siguió a Finwë en esta decisión y lejos en el norte levantaron la fortaleza de Formenos, donde atesoraron gran número de gemas, armas y los poderosos Silmarils. No pasó mucho tiempo para que Melkor apareciera ante las puertas de la fortaleza, y discutió mentirosamente ante la presencia de Fëanor, con el objetivo de sembrar más odio, y ganarse poderosos aliados. Pero Fëanor lo rechazó, y Finwë, que miraba desde lo alto de los muros, envió mensajeros a los Valar, y éstos de un salto comenzaron a buscarlo por mucho tiempo... pero sin resultados.

Mucho tiempo después, Manwë decidió poner fin a las intrigas que acaecían entre los Noldor en una de las grandes fiestas de la cosecha. Todos fueron invitados a los palacios de Taniquetil para dejar de lado las querellas y afanes que los separaban.
Ese día todas las calles de las ciudades quedaron desiertas, pues todos asistieron a la fiesta, incluyendo a Fëanor, a quien fue solicitada su asistencia por autoridad de Manwë, pero Finwë no acudió y con él, ningún otro Noldor de Formenos:

-Porque, en tanto dure el destierro impuesto a mi hijo, y no pueda presentarse en Tirion, me privo a mi mismo de la corona y no he de reunirme con mi pueblo.

Con estas palabras, Finwë rechazó la invitación y se quedó en la fortaleza protegiendo a su pueblo y los tesoros.
Pero, en el momento en que todos comían y bebían, y sanaban viejas heridas, Melkor ayudado por la sombra y la oscuridad que tejía alrededor de sí la gran araña Ungoliant, pasó como una nube oscura sobre Ezellohar y con su lanza negra hirió la corteza de ambos Árboles mientras la Araña succionaba su savia hasta darles muerte.

Entonces la Luz menguó, y toda Valinor se vio sumida en una densa y espesa oscuridad tangible y llena de maldad. Y los ejércitos de los Valar comenzaron a perseguir a quienes habían cometido tamaño daño. Pero tarde llegaron, pues oculto en esa misma oscuridad, Melkor y Ungoliant se habían ido en la dicha de su venganza.

Largo tiempo pasaron los Valar y los Eldar ante los pies de los Árboles buscando la solución, algunos exigieron la entrega de los Silmarils para la restauración de Telperion y Laurelin, otros buscaban el consejo de los Valar para su pena; pero, mientras sucedía esto llegaron mensajeros desde Formenos y eran Noldor que traían noticias de infortunio, pues contaron como una ciega oscuridad avanzó desde el sur y en medio de ella se observaba cierto poder que no conocían. Pues Melkor y Ungoliant llegaron rápidamente a las puertas de Formenos y dieron muerte a Finwë, Rey de los Noldor delante de ellos, derramando así, la primera de las sangres en tierras bendecidas.

Así llegó el último respiro de uno de los más grandes reyes y conductor del pueblo Noldorin, pues valientemente fue el único capaz de enfrentar el horror de esa oscuridad y su cuerpo ardió como si lo golpease un relámpago y su espíritu viajó a las Estancias de Mandos donde se reencontró con el espíritu de su amada Míriel.

Se cuenta entre los Noldor que cuando Finwë llegó ante Míriel, ésta se dio cuenta de su error al abandonar a su esposo y su hijo, y también se dice que apiadándose de ella, se ofreció a Mandos a pasar eternamente en las Estancias a cambio de permitirle a su esposa regresar a su cuerpo. Y Mandos así lo hizo. Por tanto Finwë permaneció en Mandos por el resto de la historia hasta que se reencontró con su amado hijo Fëanor, y con el rey Elwë, su amigo, a quien jamás volvió a ver tras su perdida en las tierras de Beleriand.

  • Raza: Eldar
  • Pueblo: Altos Elfos Noldor
  • Linaje: Tatyar
  • Títulos: Rey supremo de los Noldor; Conductor de los Tatyar
  • Nacimiento y orígen: Cuiviénen, año 1050 de la Edad de los Árboles
  • Padres: Primer nacido (Despertado)
  • Hijos: Fëanor, Findis, Fingolfin, Faniel, Finarfin e Írimë
  • Residencias: Cuiviénen; Tirion en Valinor
  • Objetos: Corona real de los Noldor
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Valariandë

-¿Satisfechos? - dijo Andreth. -Ningún corazón de Hombre está satisfecho. El tránsito y la muerte le es siempre penoso; pero un declive más lento proporciona cierto consuelo, y retira ligeramente la sombra.

-Andreth -De la muerte y los hijos de Erü

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